Ensayo de la verdad

Jugué a perderme
en tu arena infinita,
a descifrar tus desiertos,
y me vi envuelta en ellos,
rodeada de espejismos.

Estudié el origen
de todas tus grietas,
sus hendiduras, sus formas.
Me pregunté:
¿qué puede crecer allí?

Aprendí a llamar a la sequía
con tu nombre,
y aun así, te hice refugio
de todo lo amado;
no dejes que la ferocidad
del viento lo deshaga.

Leyddy Dhianna Reynoso Caraballo.

Niebla mía...

¿A qué jugamos?

Yo,
ya estoy rota.

No podré retener tu paisaje
siendo la misma partitura del sol.

Si me adentro entre las rocas,
seré un volcán.

Si voy a la profundidad del mar,
crearé tsunamis.

Si me elevo a las alturas
caeré,
desparramada,
violenta,
sobre todas
las cosas
creadas.

Leyddy Dhianna Reynoso Caraballo.

Fiel a ti

Como la naturaleza de un río
que se abre desde la profundidad
hacia las rocas,
y se fija, impetuoso, hacia otra,
y se encuentra en la caída:
desafiante y feroz,
y, a la vez, desarraigado y disperso.

¿Cuál es mi esperanza?

Que tú me esperes.
Que digas que tienes sed y me mires.
Que yo, sola súplica incesante,
me calme en ti.

Aunque me crezcan árboles frondosos en los márgenes,
solo quiero caer para esa suerte.

Leyddy Dhianna Reynoso Caraballo.

Reunión de infinitos

Me has llamado terca, y he reunido mi desnudez y mi vergüenza para que las explores con libertad. No me has dado el carácter de lo indescifrable; por eso mi mirada te busca, transparente y abierta hasta lo más profundo de sí misma. Extraje de raíz la memoria de todo lo amado y de todo lo sufrido, y, aun saturada de silencios, te la ofrecí. Examiné mi corazón, y es tuyo. Sálvalo.

Leyddy Dhianna Reynoso Caraballo.

Arder y no desear lo que se quiebra

Oraba por un abrazo estando en llamas —restáurame—, decía, y todo mi cuerpo era un solo crepitar. Sabía de los caminos que desaparecen por el fuego, y ninguno, salvo el tuyo, podía llevarme a ti. Hablaba sobre teorías de la destrucción, pero mi falta de práctica me hacía, en tus manos, tan dócil como una lámpara. No me tuve piedad para encontrarte; tú, en cambio, tuviste siempre infinita ternura.

Leyddy Dhianna Reynoso Caraballo.

Identidad de todas las cosas

Tuve la certeza de amar un abismo, ciega en mi razón encontré extraño que no ocupara ventanas o puertas, dos cosas elementales de mi esencia. No pregunté, tomé la identidad de lo oscuro, la misma piel del silencio y allí quise florecer. Me sembré en lo profundo, soñé con raíces, savia, alimento, creí poseer y ser, hasta que empezó el proceso de asfixia. Fui yo mi propio abismo. Desesperada exclamé: ¿Dónde está la luz? Yo era la luz, y ningún rayo salía o entraba en mi maniobra de habitar la negación de lo que era.

Leyddy Dhianna Reynoso Caraballo.

La poesía, refugio de estancia breve

¿Cuánto tiempo te permite el verso entre la emoción primaria y el éxtasis?, no abordaré temas de sintáctica, no hay intención explicativa. Tuve la intención en mi verso de construir una casa, pero este era siempre breve, y destruía todo sentido de pertenencia, así que construí muchas, las hice mi refugio y luego las incendié,  borré toda evidencia de desamparo y me encontré a mi misma.

Este es el primer intento de continuidad en el lugar donde he permanecido y la primera evidencia de mi verdad. La estancia más larga: el poema de la existencia.

Leyddy Dhianna Reynoso Caraballo.

Bienvenida de la hoja que se escribe...

Hace mucho tiempo anhelaba entrar a este espacio que, con tanto amor, creé en mis años de juventud. Descubrir que aún quedan hojas en blanco para escribir nuevas aventuras, nuevas experiencias y nuevas maneras de ver la vida me confirma que he crecido en el camino. "Hoja en blanco" fue para mí un lugar lleno de vacíos, que ahora se transforma en todo lo que queda por vivir, en ese lugar sagrado que dejo para ti: ese derecho a entrar en mi historia, aceptando mi invitación a escribir juntos desde ahora en adelante

Leyddy Dhianna Reynoso Caraballo.