viernes, 16 de septiembre de 2011

De lo que siempre sucede...




Llegué tarde a casa,
la comida estaba fría,
Blanquita parecía bailar con sus patitas al aire,
los niños habían regado arroz
desde la silla a la mesa
desde la mesa al piso,
desde el piso hasta el patio,
mi madre colaba el café,
mi padre esperaba impaciente algo de
oscuridad para su estomago,
arriba daba vueltas el techo,
las elipses defiguraban mis ojos,
veía mi carne dispersa entre la pared y
el cuadro, entre el cristal y las verjas;
la gata se enradaba en mis pies
entorpeciendo mis pasos.
Pasé a la sala, pasé a mi cuarto,
mi cartera cayó sobre la cama como una piedra
enorme. Quité mi ropa, el pelo de mi cuello,
los zapatos de mis pies como quien se despojara
de cientos de libras. Me sentí calmada frente a los
niños gritando.

Subí las escalera,
tomé el telefono.
No había comido.
Tu voz amor, desafiaba el hambre,
mi madre y la vecina,
el arroz y los niños,
Blanquita y el techo,
el cristal y las elipses,
las verjas y mi padre.

Jolie. Todos Los Derechos Reservados.

1 comentario:

Daniel dijo...

Como si conociese todo ese recorrido.

Trasmites de manera tan inmensa lo que parecería un simple escena cotidiana.
Repito: maravillas de la poetisa.

Un abrazo mi querida Jolie. Te sigo.