Nunca imaginé ser abogada, recuerdo cuando quedaba admirada viendo en la televisión las mujeres que en CNN en español decían las noticias, apenas tenía seis o siete años cuando repetía a mi padre con insistencia que yo quería estar ahí, recuerdo igualmente aquel día en que me gané una pela por despertar a mis padres a la hora de la siesta para que me escucharan leer el periódico, yo al ver que no obtenía su atención, fui debajo de la cama y con mis pies daba patadas al colchón mientras leía. Acompañé este deseo leyendo todo lo que caía en mis manos, desde las letras y numeraciones de los lápices, indicaciones en las cajitas de sopitas, letreros, libros de cuentos y poemas. Alguna vez muy consciente dije a mi padre que deseaba ser escritora, cuando ya las ideas iban formulándose con cierta inclinación hacia las letras, él me contestó que ser escritora no era una carrera, que debía ser abogada y que siendo abogada podría ser escritora, no creo que hubiera dicho lo mismo si hubiera recordado que con cinco años y con tijera en mano corté todos los bordes de unos títulos de propiedad que guardaba con celos. Teniendo conceptos ahora mejor definidos con diez años orientaba a los niños sobre la importancia de usar el puente peatonal escolar, tarea que estaba encargada de hacer yendo curso por curso, imágenes cruelmente claras llegan a mi mente, de aquel primer día de orientación, en los tres primeros cursos, olvidaba las palabras, decía algunas a la mitad y otras muy deprisa, si hubiera sido por esta primera experiencia jamás hubiera hecho una exposición en mi vida. Sin embargo, mis deseos de aparecer en CNN en Español persistían, se mantenían firmes, a los doce años sabía que deseaba estudiar tres carreras: Licenciatura en Filosofía y Letras, Licenciatura en Derecho y Periodismo. En séptimo y octavo curso, leía poemas de mi autoría en las fechas patrióticas, en este último curso, leí en el mural de la escuela sobre un concurso de leer cuentos, algo así como que quien más cuento leyera o hubiera leído le darían un premio, pero había que hacer un resumen de cada cuento leído y enviarlo a la ciudad de Santo Domingo y allí un jurado los evaluaría y próximamente un número determinado de estudiantes serían seleccionados para participar. Yo, atrevida, no podía dejar de abrir esta puerta, así que procedí hacer los respectivos resúmenes y en el tiempo que quedaba para el envió me dediqué a leer otros libros, de esta manera serían más. Después de esto y trascurriendo los meses suficientes para concluir un curso de informática conjuntamente con el secretariado en el que obtendría el diploma que me acreditaba como Secretaria Ejecutiva técnica computarizada y tomar las pruebas nacionales, no sin antes tomar el último libro prestado de la biblioteca y tener que pagarlo, por haber tomado una bola en la camioneta de uno de mis tíos, cuando muy sonriente iba hacia mi escuela con el libro en la mochila no percate que estaba abierta y la brisa se lo había llevado. Así que mi alcancía de tablitas de madera debía ser destruida. Al ir a buscar los resultados de las pruebas nacionales, muy herida, habiendo sufrido un accidente en el que mi rostro en la parte inferior estando muy hinchado podía generar motivos de burla en cualquier insensible como los hubo. Estando en la dirección mientras la secretaria procedía a buscar los resultados, pude constatar varias cajas con muchos folders, en una de ellas pude visualizar el mío, el folder que supuestamente se enviaría a Santo Domingo. No obstante este hecho, me animé a participar en otros concursos de escritura de los que nunca obtuve respuestas. A los diecisiete años habiéndome graduado de inglés, decidí que si deseaba una paleta no iba a pedir un peso para comprarla, quería trabajar para comprarla sin tener que pedirla y comencé a trabajar con mi padre como secretaria, función que desempeño hasta el día de hoy. Teniendo dieciocho años cumplidos me encontraba tomando exámenes de admisión para la universidad y habiendo elegido la carrera de derecho por no tener mejores opciones, frente a la carrera de periodismo que no estaba en la extensión universitaria de mi provincia y los pocos recursos que según mi padre generaba la carrera de filosofía, estaba frente a una psicóloga que evaluaría mis aptitudes para esta carrera. No sin antes haber llorado, quejándome del sistema que permitió que con casi diecinueve años iniciara la universidad cuando yo aspiraba a ser una niña prodigio en un país donde las oportunidades se las tragaba la tierra o las influencias. Para ese entonces ya no soñaba con aparecer en CNN en Español, tenía una necesidad inmensa de ser escritora y tomar fotografías, sin cámara y con apenas libros y cuadernos comencé una intensa carrera fotográfica en letras. Algo sí me había propuesto, aunque no lo imaginara de manera concreta y era que después de tomar una decisión no podía titubear, ni desistir, ni descansar y heme aquí en mis últimos módulos de monográfico y en espera para graduarme como Licenciada en Derecho.
Leyddy Dhianna Reynoso Caraballo. Jolie. Todos los Derechos Reservados.
Foto: Autora intelectual y material de este blog y estas palabras.